jueves, 29 de octubre de 2009

Contexto historico- social mundial del siglo XX

El siglo XX se caracterizó por los avances de la tecnología; medicina y ciencia en general; fin de la esclavitud en los llamados países desarrollados; liberación de la mujer en la mayor parte de los países; pero también por crisis y despotismos humanos, que causaron efectos tales como las Guerras Mundiales; el genocidio y el etnocidio, las políticas de exclusión social y la generalización del desempleo y de la pobreza. Como consecuencia, se profundizaron las inequidades en cuanto al desarrollo social, económico y tecnológico y en cuanto a la distribución de la riqueza entre los países, y las grandes diferencias en la calidad de vida de los habitantes de las distintas regiones del mundo.

Inventos, descubrimientos, hallazgos, adelantos
• Armas nucleares
• Televisión
• Vuelos espaciales
• Comunicaciones por satélite
• Informática
• Videojuegos
• Internet
• Telefonía móvil
• Computador
• Tarjetas de crédito
• Fotografía digital
• Aviación comercial


Cultura
• Se desarrollan nuevas escuelas de artes plásticas: el cubismo, el surrealismo y el expresionismo.
• El cine se convierte en un medio masivo y en una gran industria. Sus influjos alcanzan la moda y la música.
• El jazz alcanza su apogeo entre 1920 y 1960.
• El rock and roll surge como estilo musical y alcanza un gran desarrollo desde mediados de siglo.
• El racionalismo arquitectónico surge como escuela propia.
• El boom latinoamericano de la literatura, con estilos propios tales como el realismo mágico.

Personajes relevantes del Arte

• Fernando Botero
• Salvador Dalí
• Frida Kahlo
• Gustav Klimt
• René Magritte
• Santiago Martínez Delgado
• Roberto Matta
• Georgia O'Keeffe
• Alejandro Obregón
• Pablo Picasso
• Diego Rivera
• Rufino Tamayo
• Andy Warhol


Algunas obras de la epoca


René Magritte



Andy Warhol



Salvador Dalí



Frida Kahlo



Roberto Matta



Alejandro Obregón

El discurso del astrologo. Roberto Arlt

Los siete locos
El discurso del astrólogo

Roberto Arlt

http://www.literatura.org/Arlt/raastro.html


[...El Astrólogo] Dijo:
ú Sí, llegará un momento en que la humanidad escéptica, enloquecida por los placeres, blasfema de impotencia, se pondrá tan furiosa que será necesario matarla como a un perro rabioso...
ú ¿Qué es lo que dice?...
ú Será la poda del árbol humano... una vendimia que sólo ellos, los millonarios, con la ciencia a su servicio, podrán realizar. Los dioses, asqueados de la realidad, perdida toda ilusión en la ciencia como factor de felicidad, rodeados de esclavos tigres, provocarán cataclismos espantosos, distribuirán las pestes fulminantes... Durante algunos decenios el trabajo de los superhombres y de sus servidores se concretará a destruir al hombre de mil formas, hasta agotar el mundo casi... y sólo un resto, un pequeño resto, será aislado en algún islote, sobre el que se asentarán las bases de una nueva sociedad.
Barsut se había puesto en pie. Con el entrecejo fiero, y las manos metidas en los bolsillos del pantalón, se encogió de hombros, preguntando:
ú Pero, ¿es posible que usted crea en la realidad de esos disparates?
ú No, no son disparates, porque yo los cometería aunque fuera para divertirme.
Y continuó:
ú Desdichados hay que creerán en ellos... y eso es suficiente... Pero he aquí mi idea: esa sociedad se compondrá de dos castas, en las que habrá un intervalo... mejor dicho una diferencia intelectual de treinta siglos. La mayoría vivirá mantenida escrupulosamente en la más absoluta ignorancia, circundada de milagros apócrifos, y por lo tanto mucho más interesantes que los milagros históricos, y la minoría será la depositaria absoluta de la ciencia y del poder. De esa forma queda garantizada la felicidad de la mayoría, pues el hombre de esta casta tendrá relación con un mundo divino, en el cual hoy no cree. La minoría administrará los placeres y los milagros para el rebaño, y la edad de oro, edad en la que los ángeles merodeaban por los caminos del crepúsculo y los dioses se dejaron ver en los claros de luna, será un hecho.

[...]

ú ¿Y la idea?
ú Aquí llegamos... Mi idea es organizar una sociedad secreta, que no tan sólo propague mis ideas, si no que sea una escuela de futuros reyes de hombres. Ya sé que usted me dirá que han existido numerosas sociedades secretas... y eso es cierto... todas desaparecieron porque carecían de bases sólidas, es decir, que se apoyaban en un sentimiento o en una irrealidad política o religiosa, con exclusión de toda realidad inmediata. En cambio, nuestra sociedad se basará en un principio más sólido y moderno: el industrialismo, es decir, que la logia tendrá un elemento de fantasía, si así se quiere llamar a todo lo que le he dicho, y otro elemento positivo: la industria, que dará como consecuencia el oro.
El tono de su voz se hizo más bronco. Una ráfaga de ferocidad ponía cierta desviación de astigmatismo en su mirada. Movió la greñuda cabeza a diestra y siniestra, como si le punzara el cerebro la agudeza de una emoción extraordinaria, apoyó las manos en los riñones y renaudando el ir y venir, repitió:
ú ¡Ah! el oro... el oro... ¿Sabe cómo lo llamaban los antiguos germanos al oro? El oro rojo... El oro... ¿Se da cuenta usted? No abra la boca, Satanás. Dése cuenta, jamás, jamás ninguna sociedad secreta trató de efectuar semejante amalgama. El dinero será la soldadura y el lastre que concederá a las idea el peso y la violencia necesarios para arrastrar a los hombres. Nos dirigiremos en especial a las juventudes, porque son más estúpidas y entusiastas. Les prometeremos el imperio del mundo y del amor... Les prometeremos todo... ¿me comprende usted?... Y les daremos uniformes vistosos, túnicas esplendentes... capacetes con plumajes de variados colores... pedrerías... grados de iniciación con nombres hermosos y jerarquías... Y allá en la montaña levantaremos el templo de cartón... Eso será para imprimir una cinta... No, cuando hayamos triunfado levantaremos el templo de las siete puertas de oro... Tendrá columnas de mármol rosado y los caminos para llegar a él estarán enarenados con granos de cobre. En torno construiremos jardines... y allá irá la humanidad a adorar el dios vivo que hemos inventado.
ú Pero el dinero para hacer todo eso... los millones...
A medida que el Astrólogo hablaba, el entusiasmo de éste se contagiaba a Erdosain. Se había olvidado de Barsut, aunque éste se encontraba frente a él. Sin poderlo evitar, evocaba una tierra de posible renovación. La humanidad viviría en perpetua fiesta de simplicidad, ramilletes de estroncio tachonarían la noche de cascadas de estrellas rojas, un ángel de alas verdosas soslayaría la cresta de una nube, y bajo las botánicas arcadas de los bosques se deslizarían hombres y mujeres, envueltos en túnicas blancas, y limpio el corazón de la inmundicia que a él lo apestaba. Cerró los ojos, y el semblante de Elsa se deslizó por su memoria, mas no despertó ningún eco, porque la voz del Astrólogo llenaba la cochera con esta réplica salvaje:
ú ¿Así que le interesa de dónde sacaremos los millones? Es fácil. Organizaremos prostíbulos. El Rufián Melancólico será el Gran Patriarca Prostibulario... todos los miembros de la logia tendrán interés en las empresas... Explotaremos la usura... la mujer, el niño, el obrero, los campos y los locos. En la montaña... será en el Campo Chileno... colocaremos lavaderos de oro, la extracción de metales se efectuará por electricidad. Erdosain ya calculó una turbina de 500 caballos. Prepararemos el ácido nítrico reduciendo el nitrógeno de la atmósfera con el procedimiento del arco voltaico en torbellino y tendremos hierro, cobre y aluminio mediante las fuerzas hidroeléctricas. ¿Se da cuenta? Llevaremos engañados a los obreros, y a los que no quieran trabajar en las minas los mataremos a latigazos. ¿No sucede esto hoy en el Gran Chaco, en los yerbales y en las explotaciones de caucho, café y estaño? Cercaremos nuestras posesiones de cables electrizados y compraremos con una pera de agua a todos los polizontes y comisarios del Sur. El caso es empezar. Ya ha llegado el Buscador de Oro. Encontró placeres en el campo chileno, vagando con una prostituta llamada la Máscara. Hay que empezar. Para la comedia del dios elegiremos un adolescente... Mejor será criar un niño de excepcional belleza, y se le educará para hacer el papel de dios. Hablaremos... se hablará de él por todas partes, pero con misterio, y la imaginación de la gente multiplicará su prestigio. ¿Se imagina usted lo que dirán los papanatas de Buenos Aires cuando se propague la murmuración de que allá en las montañas del Chubut, en un templo inaccsesible de oro y de mármol, habita un dios adolescente... un fantástico efebo que hace milagros?
ú ¡Sabe que sus disparates son interesantes!
ú ¿Disparates? ¿No se creyó en la existencia del plesiosaurio que descubrió un inglés borracho, el único habitante del Neuquén a quien la policía no deja usar revólver por su espantosa puntería?... ¿No creyó la gente de Buenos Aires en los poderes sobrenaturales de un charlatán brasileño que se comprometía curar milagrosamente la parálisis de Orfilia Rico? Aquél sí que era un espectáculo grotesco y sin pizca de imaginación. E innumerables badulaques lloraban a moco tendido cuando el embrollón enarboló el brazo de la enferma, que todavía está tullido, lo cual prueba que los hombres de ésta y de todas las generaciones tienen absoluta necesidad de creer en algo. Con la ayuda de algún periódico, créame, haremos milagros. Hay varios diarios que rabian por venderse o explotar un asunto sensacional. Y nosotros les daremos a todos los sedientos de maravillas un dios magnífico, adornado de relatos que podemos copiar de la Biblia... Una idea se me ocurre: anunciaremos que el mocito es el Mesías pronosticado por los judíos... Hay que pensarlo... Sacaremos fotografías del dios de la selva... Podemos imprimir una cinta cinematográfica con el templo de cartón en el fondo del bosque, el dios conversando con el espíritu de la Tierra.
ú Pero usted, ¿es un cínico o un loco?
Erdosain lo miró malhumorado a Barsut. ¿Era posible que fuera tan imbécil e insensible a la belleza que adornaba los proyectos del Astrólogo? Y pensó: "Esta mala bestia le envidia su magnífica locura al otro. Ésa es la verdad. No quedará otro remedio que matarlo."
ú Las dos cosas, y elegiremos un término medio entre Krishnamurti y Rodolfo Valentino, pero más místico; una criatura que tenga un rostro extraño simbolizando el sufrimiento del mundo. ¿Se imagina usted la impresión que causará al populacho el espectáculo del dios pálido resucitando a un muerto, el de los lavaderos de oro con un arcángel como Gabriel custodiando las barcas de metal y prostitutas deliciosamente ataviadas dispuestas a ser las esposas del primer desdichado que llegue? Van a sobrar solicitudes para ir a explotar la ciudad del Rey del Mundo y a gozar de los placeres del amor libre... De entre esa ralea elegiremos los más incultos... y allá abajo les doblaremos bien el espinazo a palos, haciéndolos trabajar veinte horas en los lavaderos.

[...]


1929. ©

Los grupos de Florida y Boedo

Los grupos de Florida y Boedo: Lo estético y lo social.
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Existió en Buenos Aires, entre los años 1920 y 1930, dos grupos literarios que motivaron más leyendas que vanguardias: los de Florida y los de Boedo.
Si bien no marcaron dos actitudes estéticas bien definidas y concretamente asumidas, pasaron a la historia de la literatura nacional como dos vertientes opuestas, nacidas del Martinfierrismo.
Ambos grupos contaban con sus respectivas publicaciones: el grupo de Florida -llamado así por estar ubicada su redacción sobre la calle Florida, céntrica, aristocrática y europeizante- contaba, entre otras publicaciones, con la revista Proa, y el grupo de Boedo -su redacción ubicada en la calle alejada, proletaria y tanguera del mismo nombre- estaba representado por las revistas Los Pensadores y Claridad.
No obstante, no intentaron cimentar sus diferencias solamente colaborando con distintas publicaciones sino también marcando su intencionalidad frente a la producción literaria. Los de Florida, dirigiendo su preocupación hacia una nueva vanguardia estética, sin ingredientes ideológicos. Los de Boedo, inclinando su interés a una literatura que refleje los problemas sociales, inspirados en el mundo del trabajo y la ciudad.
El arte puro confrontado con el arte comprometido.
El grupo de Florida era conformado, entre otros, por los escritores Conrado Nalé Roxlo, Horacio Rega Molina, Oliverio Girondo, Ricardo Molinari, Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal, Francisco Luis Bernárdez, Raúl Gonzalez Tuñón, Eduardo González Lanuza, Norah Lange y, a la cabeza, Ricardo Güiraldes.
El grupo de Boedo lo integraban, entre otros, los escritores Álvaro Yunque, Nicolás Olivari, Leónidas Barletta, Elías Castelnuovo, César Tiempo y Roberto Mariani. Durante mucho tiempo se trató de vincular a este grupo, como su figura más importante, a Roberto Arlt. Lo cierto es que él nunca se identificó plenamente con ninguno de los dos lados. Si bien poseía una mayor afinidad estética e ideológica en su obra con los de Boedo, es verdad que Castelnuovo le rechazó la publicación de su primera novela "El Juguete Rabioso", pudiéndola publicar gracias a la atención y generosidad de Ricardo Güiraldes, puntal de los de Florida.
Jorge Luis Borges


Roberto Arlt

Un caso similar se dio con Raúl Gonzalez Tuñón, quien formaba parte del grupo de Florida, sin embargo la temática social de su poesía, así como su ideología revolucionaria, lo relaciona estrechamente con los bodeistas. Por otro lado, Nicolás Olivari, habiendo sido uno de los fundadores del grupo de Boedo, es uno de los primeros en abandonarlo para pasarse al de Florida. Así, con el correr del tiempo, ambos grupos se fusionan. Algunos integrantes de Florida manifiestan preocupaciones por los problemas sociales y algunos de Boedo, como Olivari, se interesan por las nuevas técnicas literarias
Jorge Luis Borges afirmó, en 1927, que "demasiado se conversó de Boedo y Florida, escuelas inexistentes", pero al año siguiente publica un artículo en el diario "La Prensa" titulado "La inútil discusión de Boedo y Florida". Más allá de sus conclusiones, parece aceptar, en su nota, la existencia de los dos grupos y su polémica.
Los antagonismos sirvieron para subrayar el porteñismo de nuestra cultura urbana.
En 1930, Elías Castelnuovo declaró: "tanto Boedo como Florida sirvieron de pretexto para iniciar una discusión que por entonces era necesaria. Muerta la discusión, ambos grupos pasaron a la historia".
Leónidas Barletta afirmó que los dos grupos desaparecen definitivamente cuando encuentran un enemigo en común en la dictadura militar del 6 de septiembre de 1930, dictadura que silencia la democracia y la cultura nacional.
Críticos e historiadores de la literatura no se mostraron poco sorprendidos ante la dependencia mutua y la constante necesidad de "tenerse en cuenta" de ambos grupos.
Lo cierto es que, más allá del terreno literario, los grupos de Florida y Boedo se anticiparon a una antinomia social y cultural que zanjará nuestra historia del siglo XX.

Llega a nosotros con una presencia legendaria, casi patriarcal, en donde abrevaron muchos de los grandes nombres que alimentaron nuestra literatura del siglo XX. Si no fuera por sus libros, hoy podríamos decir que fue un invento de aquellos, por entonces, jóvenes, creadores de personajes notables. Mezcla de filosofía y humor, magisterio y dialéctica de café, Macedonio ya es una mención cotidiana al referirnos a las letras nacionales.

Llevándole tres años a José Ingenieros y siendo coetáneo de su amigo Leopoldo Lugones, Macedonio crece en el entusiasmo de un panorama literario modernista sin inmiscuirse en él.

Nació el 1° de junio de 1874 en la ciudad de Buenos Aires, de padres también argentinos. Tuvo entre sus amigos cercanos a Don Jorge Borges, padre de Jorge Luis, con quien compartió charlas que pasaban por la psicología y la filosofía, en especial por Schopenhauer. Publica en el periódico “El Progreso” notas costumbristas y en el diario “El Tiempo” artículos orientados en la dirección de sus lecturas sobre física atómica y ciencia política. Se gradúa como doctor en Jurisprudencia y, para saltar por los protocolos de graduación, pide un certificado de pobreza ante el desagrado familiar. Será el único en la nómina de graduados registrado sin domicilio y como nunca aparecerá en los banquetes de graduados en el Jockey Club se lo dará por muerto, poniendo una cruz junto a su nombre durante años hasta que en 1928 llegan noticias de que Macedonio aún vive. Con un grupo, vestido de jaqué, decide fundar una colonia anarquista en el corazón de la selva paraguaya, pero al tiempo deciden regresar. Se casa con Elena de Obieta en 1901, y tienen cuatro hijos.

Dos poemas se relacionan con sus primeras experiencias poéticas: “La tarde” y “Suave encantamiento”, ambos publicados en la revista Martín Fierro. Dirá en una carta: “Pienso siempre y quiero pensar; quiero saber de una vez si la realidad que nos rodea tiene una llave de explicación o es total y definitivamente impenetrable”. Frecuenta variados encuentros con su hermano Adolfo, Juan B. Justo, José Ingenieros, Mario Bravo, Leopoldo Lugones, Julio Molina y Vedia, Jorge Borges, etc. Conoce a Horacio Quiroga en Misiones, cuando ocupa un cargo en el Juzgado Letrado de Posadas.

Cuando muere su esposa, Macedonio escribe “Elena Bellamuerte”, poema presuntamente extraviado durante años hasta que la revista “Sur” lo publica en 1941. Su familia se desintegra y comienza a trasladarse por residencias transitorias por pensiones y hoteles de Buenos Aires, quintas de amigos, o casa de campo. Cuando Jorge Luis Borges regresa de Europa en 1921, se vincula a los poetas del ultraísmo. Se reincorpora a la vida literaria porteña al colaborar con las revistas “Proa” y “Martín Fierro”.

Comienza la redacción de dos de sus obras más destacadas: “Museo de la novela de la Eterna” y “Adriana Buenos Aires”. Se promueve un proyecto político y humorístico para lanzarlo a la candidatura presidencial agregándole la escritura colectiva de la novela fantástica “El hombre que será presidente”, en la que Borges advertía una gran influencia de “El Hombre que fue Jueves” de Chesterton. Sus amigos Raúl Scalabrini Ortiz, Francisco Luis Bernárdez y Leopoldo Marechal lo convencen para publicar su primer libro “No todo es vigilia la de los ojos abiertos”. Se editará en 1928.

El propio Scalabrini Ortiz lo menciona como el primer metafísico argentino, y lo compara con Berkeley, Schelling y Schopenhauer. Miguel Angel Virasoro comienza a hablar de una cierta “pasión macedoniana” en su metafísica. En el libro aparece el ensueño como un modelo de conocimiento y un paso hacia la mística. Es un trabajo de treinta años de pensamiento que llega a asombrar al filósofo William James.

En 1929 publica “Papeles de Recienvenido” y el ensayo “Teoría de la novela”. Macedonio demuestra que la escritura y la meditación van de la mano en él. Luis Alberto Sánchez, en el prólogo de “Una novela que comienza”, dirá: “Nadie ha podido arrancarle voluntariamente un libro, salvo esto que aquí sale, y el primero: “No todo es vigilia...”. Tiene, repito, originales para cuatro o cinco volúmenes. Los libros los deshace y rehace, no por exquisitez de estilo, sino porque se le ocurren sugerencias, tópicos, novedades, y las ensambla”.

En su obra “Teoría del arte” señala la falta de importancia del compás en la música como la medida del verso en poesía.

Pensador poco, Dionisio Buonapace, Malhumorado Inteligente fueron algunos de sus seudónimos para colaborar en la revista, que dirigían sus hijos, “Papeles de Buenos Aires”.

Pasa sus últimos años en un departamento de la calle Las Heras, frente al Jardín Botánico. Lo visitan amigos de la talla de Ramón Gómez de la Serna, Luisa Sofovich y Juan Ramón Jimenez.

En 1968, Francisco Luis Bernárdez contó: “Borges nos hablaba siempre de un escritor muy original, una especie de ermitaño que vivía retirado en pensiones. No sé qué habría de cierto, decían que vivía con noventa pesos. Noventa pesos no eran los de hoy, claro, pero en esa época los sueldos mínimos eran de 160 pesos, de manera que noventa pesos eran poquísimos”.

El 10 de febrero de 1952, las últimas palabras de Macedonio fueron a su hijo Jorge, diciendo: “Cuánto le lleva a la materia transformarse”. Despedido en la Recoleta por familiares y amigos, Jorge Luis Borges y Enrique Fernández Latour expresan sus emociones, que serán luego publicadas en la revista “Sur”, en sus números 209-210.
“...comprendí que ese hombre gris que, en una mediocre pensión del barrio de los Tribunales, descubría los problemas eternos como si fuera Tales de Mileto o Parménides, podía reemplazar infinitamente los siglos y los reinos de Europa...”, diría Borges.

Macedonio, una mezcla de sabiduría en busca de lo profundo y un andar cotidiano en la simpleza de las cosas, se proponía, en lo literario, poder quebrar la sucesión del lenguaje a cambio de la inmediatez del pensamiento. Convertir la escritura, desde su naturaleza sucesiva, en un resultado simultáneo. Un escritor que jamás separó su escritura de su teoría. Un alma que inspiró a generaciones de literatos que poblaron con sus letras nuestra riqueza cultural. Un interrogante literario que jamás demostrará por completo la respuesta a su enigma.
Hijo menor de cinco hermanos, nacido de una familia patricia y acomodada, Oliverio Girondo comenzaría su existencia un 17 de agosto de 1891 en una casona señorial de una manzana demolida para dar paso a la inmensa avenida 9 de Julio, pleno centro de Buenos Aires.

Amante de los viajes y las letras, guardaba entre sus más fraternales recuerdos de su infancia el haber visto a Oscar Wilde en persona paseándose por París con un girasol en el ojal.

Sus padres lo presionan para que siga adelante su carrera de derecho. Él acepta a cambio de que lo envíen una vez al año a visitar Europa. Conocerá entonces Francia, Inglaterra, Alemania, Italia, España, Bélgica, Egipto y Marruecos.

En 1911 funda con un grupo de amigos el periódico artístico-literario “Comedia”. En 1915 se estrena su obra teatral La madrastra en el teatro Apolo de Buenos Aires, escrita en colaboración con René Zapata Quesada. Una segunda pieza La comedia de todos los días, también de ellos, no llegará a estrenarse cuando el primer actor se niega a decir “estúpidos, como todos ustedes” de cara al público. Girondo comienza, por entonces, a concurrir a las reuniones de José Ingenieros.

En 1922 publica por su cuenta, ilustrada por él mismo, la primera edición de Veinte poemas para ser leídos en el tranvía. En 1925 se reeditará bajo las ediciones de la legendaria revista Martín Fierro. En dicha revista llegó a participar en la dirección, siendo responsable del famoso “Manifiesto” que los martinfierristas publicaron en el número 4 del 15 de mayo de 1924 y que significa el paradigma vanguardista del movimiento. Ya lo consideran sus pares como el poeta más avanzado entre los martinfierristas.

Veinte poemas para ser leídos en el tranvía desborda de una visión de mundo de lo más particular, desde su forma y su clima. Aire grotesco en poema en prosa, desaliñado y sarcástico, con algo de humor negro, irreverente y hasta escandaloso marcará el estilo de sus letras posteriores. Se anticipa a los existencialistas y a la literatura del absurdo, haciendo entrever algo irrisorio, sin dejar de ser angustiante, en toda la realidad. El lenguaje como creación, percepción y elaboración de angustias, la incierta presencia de la nada, el humor negro como protección y también como venganza al mundo. Estos elementos son también desplegados en sus obras como Calcomanías, y llegan a su punto culminante en Espantapájaros.

Beatriz de Nóbile afirmó: “Oliverio Girondo imprimió a sus tres primeros libros de poemas una perspectiva de tal manera deformante que pareciera mirarlo todo como a través de una lupa, de una lente de altísima gradación, que le permite enfocar su interés hacia aquellas realidades encubiertas silenciosamente detrás de la realidad empírica, para poner en evidencia lo invisible, aquello que normalmente no se ve, pero que el hombre percibe como inescrutable y en constante acecho. Esto se constituye en principio y en fin de su denodado y acuciante esfuerzo por captar esa realidad que se esconde tácitamente detrás de cada ser y cada cosa que deambula por el universo del poeta”.

En la obra de Oliverio Girondo, luego de la publicación de Espantapájaros, se abre una suerte de paréntesis que, aunque no plenamente silencioso, se concreta como una intensa maduración interior para el gran paso que daría después, en su segunda etapa, la que va a dar como resultado En la masmédula.

Aparentemente preocupado en otras cosas, su espíritu iba entrando, poco a poco, en ebullición. Su esposa, Norah Lange, dijo “él nunca conoció el hastío”. Su relación con la pintura se afianza. En 1950 comienza a pintar con una vena surrealista cuadros que nunca quiso exponer.

Pero en 1937, con el sello de Sur, un libro algo insólito en su producción: Interlunio. Una prosa poética que continúa la indagación existencial del poeta, con un aire trágicamente existencial logra anticiparse a La Náusea de Sartre, publicado un año después, y también a El ser y la nada de 1945. En 1946, la publicación de Campo nuestro no logra nada novedoso a su evolución en la poesía sin llegar a ser un traspié, con menor efectividad que Persuasión de los días, ya publicado en 1942 por Editorial Losada, siendo éste una anticipación más clara de lo que vendría.

Editorial Losada editará en 1954, en una edición restringida de ciento noventa y cinco ejemplares numerados, la primera edición de En la masmédula. Este libro le dará la propia voz al gran poeta que había en Girondo, pues él no dejará de trabajarlo en cada nueva edición donde aparezca. Se trata de una obra densa, honda, cargada de sentidos, donde el lenguaje no bulle por sí mismo ni cae en las deformaciones de la vanguardia, sino que vuelve a sus orígenes, a su fuente de lengua viva, y se vuelve habla, para transformarse en un ser que lo canta. Es un lenguaje vivo que habla de nosotros. Un verdadero hito y un desafío para la vida cultural y artística de las letras de Buenos Aires.

En 1961, un penoso accidente lo disminuye durante los últimos años de su vida.
Oliverio Girondo muere en Buenos Aires el 24 de enero de 1967, dejando una huella imborrable, en presencia y obra, en la literatura argentina y latinoamericana.

Arlt-Borges-Piglia

ARLT-BORGES-PIGLIA
Por Bárbara Schuchard





La discutida pregunta de si Borges y Arlt se habían conocido, leído, comentado parece solucionada. En cuanto a Piglia en su relación con Arlt, a sus homenajes y sus comentarios críticos, está por parecer una contribución sobre el tema. Resumiendo todos los datos consta lo siguiente: Arlt y Borges se conocieron y se comentaron recíprocamente.
De parte de Arlt puede leerse un reportaje de 1929 en el que habla, entre otros autores, de Borges; por otro lado Arlt no pudo conocer la importante creación borgeana posterior a 1942.

Borges, sin embargo, quedó muy impresionado por El juguete rabioso de Arlt que estima superior a todo lo que escribió Horacio Quiroga y que homenajeó posteriormente en su cuento El indigno. El paralelo entre las dos obras lo descubrió Piglia, él mismo ya especialista en homenajes a Roberto Arlt: «¿Y qué es ese cuento si no un homenaje de Borges al único escritor contemporáneo que siente a la par?».
La novela de Piglia rebosa teoría y discusiones literarias; una de ellas trata de lo argentino en la historia literaria del país centrándose en la importancia de Arlt, «el único escritor verdaderamente moderno que produjo la literatura argentina del siglo XX».

Demuestra Piglia que el reproche que se ha hecho a Arlt desde un principio, a saber el de escribir mal, falta en absoluto de perspicacia histórica como teórica: porque Arlt había percibido que la lengua nacional era «el lugar donde conviven y se enfrentan distintos lenguajes, con sus registros y sus tonos», porque él trabajaba y transformaba este conglomerado.


Lo moderno en Arlt reside para Piglia en
ese distanciamiento de todo lo que significaba en la literatura argentina la idea de estilo.


Esta idea aparece cuando la literatura consigue su autonomía, cuando comienza a «ser juzgada a partir de valores específicos [...] puramente literarios y no, como sucedía en el XIX, por sus valores políticos o sociales». Según Piglia esta idea de la autonomía y la correlativa noción de estilo nace en la Argentina «como reacción frente al impacto de la inmigración» que, para las clases dominantes, «destruye nuestra identidad nacional, nuestros valores tradicionales, etc., etc.».

A partir de este momento la función ideológica de la literatura será la de «preservar la pureza de la lengua nacional frente a la mezcla, el entrevero, la disgregación producida por los inmigrantes». Así se explica el papel decisivo que tuvo Leopoldo Lugones como poeta nacional que define el estilo literario argentino; de manera que también para Borges escribir bien quería decir escribir como Lugones. Arlt, el hijo de inmigrantes, ha trabajado en un sentido absolutamente opuesto y ganado su lugar de moderno, como Borges el suyo de escritor del XIX.

Queda sobreentendido que esta mezcla y disgregación no tocan sólo a la lengua, modelan todo lo que ella acarrea: la heterogeneidad del mundo ficticio de la novela por un lado, y de la conciencia subjetiva de sus protagonistas por otro.

Biografia


Roberto Arlt nace el 26 de abril de 1900 en Buenos Aires (barrio de Flores), hijo del inmigrante alemán Karl Arlt y de la triestina Ekatherine Iobstraibitzer, familia de recursos precarios.

Es un niño imaginativo que sueña con ser pirata e inventor (Aguafuerte del 20 de julio
de 1930) y que pronto se convierte en fervoroso lector (al igual que el joven personaje Silvio Astier de su primera novela, El juguete rabioso), cuyos autores favoritos son Baudelaire, Dostoievski, Baroja y todos los escritores de novelas de aventuras, al estilo
de Rocambole. Deja la escuela después de haber cursado quinto grado y, en 1916, abandona la casa paterna por las disputas
con su padre, empleándose a continuación en diversos oficios: dependiente de librería, aprendiz de mecánico, hojalatero, corredor de mercancía, etc.

En 1918 publica su primer cuento, Jehová y, acto seguido, comienza la escritura de El juguete rabioso, novela que termina y publica en 1926 bajo los auspicios del poeta y novelista Ricardo Güiraldes. En ella retrata la vida de un adolescente, desde los catorce a los diecisiete años, cuyas experiencias lo llevan al fracaso en vez de a la integración social como solía ocurrir en la novela de aprendizaje tradicional. En 1920 aparece su ensayo «Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires» (en Tribuna Libre) y el joven escritor se traslada a Córdoba (1921) para cumplir el servicio militar, servicio que al parecer no fue muy duro «por virtud y gracia de algunas recomendaciones», puesto que «tomaba mate con el sargento», mientras que los pobres reclutas «se deslomaban bajo el sol» . En Córdoba conoce a Carmen Antinucci con la que se casa al año siguiente; en esa ciudad, además, nace su única hija, Mirta. De vuelta en Buenos Aires, publica en la revista Proa (1925) dos capítulos de El juguete rabioso y, al año siguiente, inicia su colaboración en la revista humorística Don Goyo, cuyo director era su amigo Conrado Nalé Roxlo. En 1927 comienza a trabajar para Crítica, diario de masas al estilo de la prensa norteamericana de Hearst, dirigido por Natalio Botana; Arlt se encarga de la columna policíaca o «nota carnicera y truculenta» como la llamaba el propio autor, todo por «necesidad del puchero» (Aguafuertes porteñas, 1950).
Al año siguiente, en mayo de 1928, ingresa como columnista de las Aguafuertes porteñas en el diario El Mundo, periódico propiedad de Alberto Haynes, en el que colabora hasta su muerte y donde aparecerán varios de sus cuentos, como el primero «Insolente jorobadito» que daría el título a la antología El jorobadito (1933).
En 1929 publica su segunda novela, considerada la más importante, Los siete locos y, dos años más tarde, la continuación de ésta, Los lanzallamas.
El argumento de ambas novelas es sencillo: el cobrador de una empresa azucarera, Remo Erdosain, es acusado de estafa. Para devolver el dinero sustraído acude al farmacéutico loco Ergueta y al chulo Haffner (el «Rufián Melancólico») y entra en la Sociedad Secreta del Astrólogo Alberto Lezin, quien proyecta fundar una nueva sociedad, basada en la subyugación de la mayoría.

Erdosain estará encargado de destruir la vieja sociedad mediante gases letales y el chulo Haffner de financiar la nueva mediante la explotación de prostíbulos. Erdosain, angustiado y abandonado por su mujer Elsa, se traslada a una pensión sucia, donde entabla relación con la hija de la patrona, la Bizca. Termina la novela con la huida del Astrólogo con la mujer del loco Ergueta —la prostituta Hipólita—, el incendio de la quinta donde se tramaba la revolución, el asesinato de la Bizca por parte de Erdosain y el posterior suicidio de éste. Como los críticos han mostrado, la novela contiene ingredientes de la situación socio-política tanto argentina como internacional: los fascismos y el comunismo, las aspiraciones revolucionarias y el poder capitalista, la amenaza de las dictaduras militares, el Ku-Klux-Klan, la angustia de entreguerras («la zona de la angustia»)... Sin embargo, a pesar de que el argumento esté repleto de acciones, al autor le interesaba sobre todo la «vida interior dislocada, intensa, angustiosa» (Obra completa, 1981:11, 255) de sus personajes y, en una lectura profunda, se descubre una temática existencialista: ¿qué sentido tiene la vida? ¿son posibles el amor y la comunicación? ¿no está el hombre condenado eternamente al fracaso? Erdosain es el hombre «que sufre, soñando, con el cuerpo hundido hasta los sobacos en el barro» (Los lanzallamas) y que se «revuelca en la porquería con anhelo de pureza» (El amor brujo). El crítico Masotta (1982:49) ve a los personajes arltianos como «apestados» que testimonian «una sociedad putrefacta».

En mayo de 1930, el escritor viaja a Uruguay y Brasil, desde donde envía sus Aguafuertes uruguayas (recogidas en forma de libro en 1996) y en 1932 se publica su última novela El amor brujo, un alegato contra el matrimonio burgués, su falsa moral y sus intereses materiales.
Arremete, en primer lugar, contra la mujer burguesa (novia y futura suegra), interesada en asegurarse (asegurar a la hija) el futuro, explotando el instinto sexual del hombre. A partir de entonces, Arlt se dedica predominantemente al teatro: en 1932 su amigo Leónidas Barletta estrena, en el Teatro del Pueblo, 300 millones, obra dramática a la que seguirán otras como Prueba de amor, Saverio el cruel, El fabricante de fantasmas, La isla desierta, Africa (con temática de sus Aguafuertes africanas), La fiesta del hierro y El desierto entra en la ciudad, la última sin estrenar por la repentina muerte de su autor Durante todos estos años Arlt sigue produciendo aguafuertes para el diario El Mundo, publicadas normalmente bajo el título Aguafuertes porteñas, pero según el tema o el espacio pueden llamarse Aguafuertes teatrales, Aguafuertes fluviales (durante su viaje en agosto de 1930 en el barco de su amigo Rodolfo Aebi), Aguafuertes patagónicas (enero y febrero de 1934), El infierno santiagueño (sobre la sequía catastrófica en esta provincia argentina, diciembre de 1937), Hospitales en la miseria (enero y febrero de 1933), serie retomada en agosto de 1939 como El problema hospitalario. En notas tituladas «La ciudad se queja» o «Buenos Aires se queja» (marzo a julio de 1934), el periodista arremete contra determinadas instituciones municipales y el estado urbanístico de la capital.

Ya se hizo referencia a algún viaje del autor a Uruguay y Brasil, desde donde enviaba sus Aguafuertes uruguayas, Notas de a bordo y Notas de viaje (marzo a mayo de 1930). El viaje más lejano lo lleva a España; el 8 de abril de 1934 toca tierra española en las Islas Canarias y desde el 19 de abril recorre la península: Andalucía, Galicia, Asturias, País Vasco, Madrid y Barcelona.
De cada una de las regiones envía sus Aguafuertes españolas, «gallegas», «asturianas», «vascas» o «madrileñas». Incluso tuvo tiempo para visitar Tánger y Tetuán (agosto de 1934), lugares que encuentran su reflejo en las Aguafuertes africanas y en los cuentos de El criador de gorilas. Seguramente las más interesantes resultan las notas tituladas Cartas de España y Cartas de Madrid, dedicadas a la situación política del país con el triunfo de la izquierda, los atentados y el ambiente que inevitablemente iba a llevar a la guerra civil. Si hasta hace pocos años apenas se conocía una pequeña parte de las aguafuertes (cf. la bibliografía), en los años noventa se han publicado varias ediciones de ellas, incluidas las españolas fuera del ámbito andaluz y marroquí que se habían recogido en la primera edición en forma de libro en 1936, aunque en este momento aún faltan por publicar las aguafuertes vascas. En enero de 1941 el periodista sale por última vez, en esta ocasión a Chile, desde donde llega a enviar unas pocas Cartas del Chile. Aprovecha su viaje, además, para publicar en una editorial santiagueña sus cuentos inspirados en el ambiente marroquí, El criador de gorilas (1941).

De vuelta en Buenos Aires, en julio de 1935, Arlt se dedica por breve tiempo a escribir sobre cine, para desembocar pronto en otro tipo de notas, las que se inspiran en noticias internacionales, tituladas Tiempos presentes y Al margen del cable, tomando como pretexto un personaje o una situación de poca importancia para criticar asuntos internacionales como el fascismo, la situación social en Estados Unidos, etc. En 1940 muere su esposa Carmen Antinucci, con la que el autor tenía problemas desde hacía años, viviendo el matrimonio prácticamente separado. Poco después del fallecimiento de su primera mujer, Arlt se casa en segundas nupcias con la secretaria del diario El Mundo, Elizabeth Shine, quien recientemente ha publicado sus recuerdos tempestuosos de matrimonio en nada menos que el periódico (conservador y elitista) La Nación («Mil días con Roberto Arlt», 16-5-1999). El propio Arlt muere repentinamente el 26 de julio de 1942 sin conocer a su hijo Roberto, nacido pocos meses después.
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